viernes, 29 de junio de 2007

La Ética Nicomaquéa...

Entendamos la ética de Aristóteles, lo que pudiéramos llamar la más alta ascensión de la moral como doctrina, de tal modo que torne a significar la pura existencia del ser. Digo del ser, del modo metafísico de llamar las cosas el estagirita a la hora de pronunciarse ante sus principios, pura filosofía. En compañía a tal apreciación, Julian Marías (1971) manifiesta a primeras que: la ética aristotélica es la ontología del hombre. Por consiguiente podríamos decir, que es el más hondo problema ético, puesto que propone herramientas significativas para los múltiples modos de concebir la vida.

Ello indica que existe inhibido en el planteamiento ético de Aristóteles, objetivos, que signan a su pensamiento moral. Si Platón en su Teoría Moral manifiesta que ésta es una pura eudemonía (εύδαιμονία) en el sentido de que ella (moral) enfoca al logro del supremo bien del hombre, en la posesión del cual consiste la felicidad verdadera; Aristóteles abiertamente forja una teleología, de modo cierto que ella llegue a manifestarse en felicidad; más éste considera ante tal pneuma, la acción no en cuanto buena en sí misma, sino en cuanto que se transfiere al bien del hombre Todo arte y toda indagación, toda obra y toda elección, parecen apuntar a algún bien; por lo que el bien ha sido definido con acierto como aquello a lo que tienden todas las cosas (Copleston 2001[1]). Esto nos indica que la ética del Estagirita, nos conlleva a encontrar el bien para el hombre aunque estos bienes buscados en vista de otros, pasen a ser percibidos como relativos: pasear, estudiar, otros; como también hay bienes buscados por sí mismo en vista del cual queremos los demás, no como medio para lograr otros bienes, ésta la felicidad.

Todos los seres tienen tendencias naturales, ésta la teleología. La felicidad para cada ser consiste en la realización de esas tendencias naturales. Cada ser es feliz realizando la actividad que le es propia y natural. La actividad más propia y natural del hombre es la actividad intelectual (el hombre como ser racional). En tal sentido, se concibe de igual modo la ética de Aristóteles dentro de las acepciones de las virtudes, donde el intelecto asumido como virtud, define el perfil en cuanto a principio y de ulterior significado para el ser. Esta virtud es la dianoética, propiamente las intelectuales, las fundamentales como se refiere José F. Mora las que son como los principios de las éticas, las virtudes de la inteligencia o de la razón: sabiduría, σοφία, y prudencia φρόνησις (2004). La razón es la facultad suprema del hombre, por tanto, la forma más perfecta de felicidad para el hombre es la actividad contemplativa, y la contemplación teórica es la suprema actividad de la razón.

Pero el hombre no es sólo razón. Por tanto, es un ideal de felicidad irrealizable (propia sólo de Dios: pensamiento del pensamiento). El logro de la felicidad exige la posesión de las virtudes morales (justicia) para regular las tendencias propias y el trato con los demás.- Exige, también, posesión de bienes corporales (salud) y exteriores (medios económicos).

La virtud es, por tanto, un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para nosotros, determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente. Posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. Y así, unos vicios pecan por defecto y otros por exceso de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por lo cual según su sustancia y la definición que expresa su esencia, la virtud son medio, pero desde el punto de vista de la perfección y del bien, es extremo. No toda acción, ni toda pasión admiten una posición intermedia. Unas se denominan involucradas con su inmoralidad, como la gozo de la deficiencia ajena, la irreflexión, la envidia; y entre otras el falsedad, el robo, el homicidio. Éstas son centro de crítica por ser ruines efectivamente; y no por sus excesos ni por sus defectos. Con referente a ellas no hay manera de llevarse rectamente jamás, sino que siempre se vaga. No hay en estos argumentos un beneficiar o una negativa, sino que llanamente el hacer cualquiera de éstas, es errar.

Sería igualmente absurdo pretender que en la injusticia, la cobardía y el desenfreno pudiese haber un medio, un exceso y un defecto porque entonces habría un medio del exceso y del defecto, y un exceso del exceso y un defecto del defecto. Así como en la templanza y en la valentía no hay exceso ni defecto, por ser el término medio en cierto modo un extremo, tampoco en aquellas cosas hay medio ni exceso ni defecto, sino que como quiera que se obre, se yerra. En suma, no hay término medio del exceso ni del defecto, como tampoco exceso ni defecto del término medio (Robledo 1967).

Por consiguiente, hay exceso y defecto y término medio en las acciones como tal. La virtud por ende, tiene por elemento pasiones y acciones en las cuales se falta por abundancia y se incurre en censura por defecto, mientras que el término medio obtiene el éxito, doble efecto ajustado a la virtud. En efecto, la virtud es un estado intermedio, porque puntea al término medio.


BIBLIOGRAFÍA.

v José Ferrater Mora (2004). Diccionario de Filosofía, Edit. Ariel Filosofía Tomo II (E-J), Barfcelona – España.

v Frederick Copleston (2001). Historia de la Filosofía 1: Grecia y Roma. Edit. Ariel Filosofía. Barcelona – España.

v José M., Pabón S De Urbina (1995). Diccionario Manual Vox Griego – Español, XVII Edic. Barcelona – España.

v Julian Marías (1971). Historia de la Filosofía. 24ª Edic. Manuales de la Revista de Occidente. Madrid – España.

v Antonio Gómez Robledo, La Filosofía Edit. Porrúa, México, 1967.



[1] Cita de Aristóteles Etica a Nicómaco, 1094 a 1-3, citada por Frederick Copleston. Pag. 332.

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