viernes, 29 de junio de 2007

EL SER Y EL PENSAR....

Autor: Junior J. Santiago G.

Τό γαρ ταυτον εστιν νοηιν καί το ειναι

Hablar del Ser y el Pensar, es referirnos a la identidad absoluta del pensamiento y del ser mismo en cuanto tal. Este poema del hombrecillo de Elea, Parménides, nos recorre por el maravilloso mundo del filosofar y del aprender en tal vía, a discernir entre lo que es y lo que no es. Para ello es propio observar detenidamente sus primeras líneas en el περί φύσεως donde alegóricamente muestra toda una inspiración, patentizando su cultura. Pero es en sí un gran recorrido donde se muestra ir y venir de figuras que ciertamente construyen su alegoría, pero que denotan contradicción una con la otra, propio ello a mostrarnos el deseo último de su poema, la polémica trayectoria en el saber, y el discernimiento entre lo que es en cuanto tal, y lo que no podemos considerar con existencia, por decirlo de algún modo. Ya en su obra lo manifiesta en el fragmento segundo cuando dice:

Voy a decírtelo ahora mismo, pero pres-

ta atención a mis palabras,

las únicas que se ofrecen al pensamiento

de entre los caminos que reviste la

búsqueda.

Aquella que afirma que el Ser es y el

No-Ser no es, (…) Frag. II 1-3.

Ahora mismo es persuadido, exhortado frente a lo que se va a exponer. Una que el Ser es, y la otra que el No-Ser no es. Hasta los momentos todo está claro, cuando es totalmente fuera de orden, puesto que ello problematiza y dificulta aún más al entendimiento mismo, puesto que todo consiste en descifrar absolutamente este magno problema. No sólo es el Ser y el No-Ser, ahora es en suma, el Ser y el Pensar. No es decir a simple modo, que lo que es, es; y lo que no es, no es. Son en sí Logos, dichos que se mostrarán a lo largo del peregrinar en ese natural ejercicio del conocer. Pero advierte presta atención a mis palabras; y agrega; las únicas que se ofrecen al pensamiento[1], y lo único que se ofrece al νους es la unión del ser con el ser, no del No-Ser con el ser y viceversa o, atrevidamente del No-Ser con el No-Ser; sólo del Ser con el Ser. En tal sentido García Salgado[2] manifiesta la existencia de una exigencia; es decir, hay una identidad entre el Decir, el Pensar y el Ser, puesto que sólo podemos Pensar y Decir lo que Es. Esto que es, es única y absolutamente, el vivir en el Pensar y Decir todo lo referido al Ser, porque, sólo de él, es decir, del Ser, se puede Pensar y Decir. Señalar a García es preciso frente a la citada expresión de Parménides cuando exhorta al hombrecillo que va por tal arduo camino del filosofar a prestar atención a las palabras. Es decir, el Logos toma un particular apogeo frente a esta disyuntiva entre el ser y el pensar. No son, según García el Pensar y el Ser únicamente quienes juegan un protagónico papel; en tal sentido, es el logos, para éste (García) el Decir en suma con el Pensar, juntos sobre lo que Es, es decir, el Ser en tal. Encima, continúa diciendo: Por ello es que la identidad de la Verdad sería, en todo caso, la identidad del Logos, del Decir y del Pensar, con el Ser (…) no podemos ni Decir ni Pensar lo que No Es(…); dice Parménides: Hay que decir y pensar que el Ser existe, ya que es a Él a quien corresponde la existencia [3].

Esto manifiesta la total objetividad de una metafísica fundamental de la uniformidad absoluta del ser, su filosofía es una ontología, una identidad tan radical que no sólo se excluyen en las distinciones internas al ser, sino que también se omite la distinción entre el ser y el pensar; ello debido a lo que se exhibe en el fragmento III: … porque el pensar y el ser son una y la misma cosa, como expongo al inicio, identidad absoluta. Asumo dispensa ante tal atrevimiento, pero así le veo a la hora de estudiar a este eleático frente a tal postura exigente para el pensar mismo.

Según Polo, en estudio de Salvador Piá T., es una manifestación de Parménides en la historia de la metafísica, ya que él fue quien estableció las coordenadas fundamentales desde las que se desarrolla la especulación posterior acerca del ser; pensar es escuchar el fundamento esencial del ser, en tanto manifiesto en la palabra que habla[4]Es una y la misma cosa el pensar y aquello por lo que hay pensamiento[5]”. Es lo mismo, puesto que no se encontrará el pensar sin el ente o sin el ser en el cual está expresado, pues no habrá ni hay nunca fuera del ente, ya que la fatalidad la sujetó ¿podrías acaso encontrar el pensar? Nada hay ni habrá fuera del Ser, ya que el Destino lo encadenó[6]. Esta apreciación de Parménides pasa a juicio por el cual le corresponde de suyas tres alternativas: pensamos lo que es, o pensamos lo que no es, o pensamos lo que es y lo que no es. Se da entonces, una mutua relación de necesidad entre el Ser y el Pensar. Por ello el pensamiento es semejante a una esfera que es imagen de perfección (…) el Ser está terminado por todas partes, semejante a la masa de una esfera bien redondeada (…)[7].

Por ello el conocimiento del hombre se da en relación necesaria con la existencia. Sólo puede conocer el Ser y en tanto pensamiento se exige a sí mismo, como supremo principio de su realidad, no anularse negando lo que afirma, no podemos puesto que sería contradictorio, es decir, actitud de seres bicéfalos que no alcanzan a ver la identidad entre la Verdad, el Logos y el Ser, porque tratan absurdamente de Pensar lo que No-Es. Sólo lo que Es se puede Decir y se puede Pensar, pero a la inversa, es necesario que Sea lo que se pueda Decir y Pensar con Verdad.

BIBLIOGRAFÍA

· Parménides – Zenon – Meloso (Escuela de Elea). Fragmentos. Traducción del griego, prólogo y notas por José A. Míguez (1977). Edic. Orbis, S.A. Barcelona- España.

· José Ferrater Mora. (2004) Diccionario de Filosofía K-P. Edit. Ariel Filosofía. Barcelona – España.

· Julián Marías. (1971) Historia de la Filosofía. Manuales de la Revista de Occidente. Madrid – España.

· Salvador Piá Tarazona. Proyecto Arjé. Revista de Filosofía. Departamento de Filosofía de la Universidad Iberoamericana, Plantel México. Nº 90. Septiembre – Diciembre 1997. Puerto Montt, Chile.



[1] Negrillas atribuidas por mi, para resaltar términos que juegan gran importancia en lo estudiado.

[2] De la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, ponencia presentada en el Encuentro Regional de Estudiantes de Filosofía “El Problema del Fundamento”, en la ciudad de Santiago de Queretaro en abril de 1998, sobre El Sentido de la Ontología de Parménides.

[3] Op. Cit. Fragmento VI – 1.

[4] Cfr. Proyecto Arjé. Revista de Filosofía. Departamento de Filosofía de la Universidad Iberoamericana, Plantel México. Nº 90. Septiembre – Diciembre 1997. Puerto Montt, Chile.

[5] Idem. Frag. VIII - 34. Negrillas no contenidas en el texto utilizado. Atribuidas por el escritor.

[6] Idem. Frag. VIII 36 ss.

[7] Idem Frag. VIII 42 – 43.

La Ética Nicomaquéa...

Entendamos la ética de Aristóteles, lo que pudiéramos llamar la más alta ascensión de la moral como doctrina, de tal modo que torne a significar la pura existencia del ser. Digo del ser, del modo metafísico de llamar las cosas el estagirita a la hora de pronunciarse ante sus principios, pura filosofía. En compañía a tal apreciación, Julian Marías (1971) manifiesta a primeras que: la ética aristotélica es la ontología del hombre. Por consiguiente podríamos decir, que es el más hondo problema ético, puesto que propone herramientas significativas para los múltiples modos de concebir la vida.

Ello indica que existe inhibido en el planteamiento ético de Aristóteles, objetivos, que signan a su pensamiento moral. Si Platón en su Teoría Moral manifiesta que ésta es una pura eudemonía (εύδαιμονία) en el sentido de que ella (moral) enfoca al logro del supremo bien del hombre, en la posesión del cual consiste la felicidad verdadera; Aristóteles abiertamente forja una teleología, de modo cierto que ella llegue a manifestarse en felicidad; más éste considera ante tal pneuma, la acción no en cuanto buena en sí misma, sino en cuanto que se transfiere al bien del hombre Todo arte y toda indagación, toda obra y toda elección, parecen apuntar a algún bien; por lo que el bien ha sido definido con acierto como aquello a lo que tienden todas las cosas (Copleston 2001[1]). Esto nos indica que la ética del Estagirita, nos conlleva a encontrar el bien para el hombre aunque estos bienes buscados en vista de otros, pasen a ser percibidos como relativos: pasear, estudiar, otros; como también hay bienes buscados por sí mismo en vista del cual queremos los demás, no como medio para lograr otros bienes, ésta la felicidad.

Todos los seres tienen tendencias naturales, ésta la teleología. La felicidad para cada ser consiste en la realización de esas tendencias naturales. Cada ser es feliz realizando la actividad que le es propia y natural. La actividad más propia y natural del hombre es la actividad intelectual (el hombre como ser racional). En tal sentido, se concibe de igual modo la ética de Aristóteles dentro de las acepciones de las virtudes, donde el intelecto asumido como virtud, define el perfil en cuanto a principio y de ulterior significado para el ser. Esta virtud es la dianoética, propiamente las intelectuales, las fundamentales como se refiere José F. Mora las que son como los principios de las éticas, las virtudes de la inteligencia o de la razón: sabiduría, σοφία, y prudencia φρόνησις (2004). La razón es la facultad suprema del hombre, por tanto, la forma más perfecta de felicidad para el hombre es la actividad contemplativa, y la contemplación teórica es la suprema actividad de la razón.

Pero el hombre no es sólo razón. Por tanto, es un ideal de felicidad irrealizable (propia sólo de Dios: pensamiento del pensamiento). El logro de la felicidad exige la posesión de las virtudes morales (justicia) para regular las tendencias propias y el trato con los demás.- Exige, también, posesión de bienes corporales (salud) y exteriores (medios económicos).

La virtud es, por tanto, un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para nosotros, determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente. Posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. Y así, unos vicios pecan por defecto y otros por exceso de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por lo cual según su sustancia y la definición que expresa su esencia, la virtud son medio, pero desde el punto de vista de la perfección y del bien, es extremo. No toda acción, ni toda pasión admiten una posición intermedia. Unas se denominan involucradas con su inmoralidad, como la gozo de la deficiencia ajena, la irreflexión, la envidia; y entre otras el falsedad, el robo, el homicidio. Éstas son centro de crítica por ser ruines efectivamente; y no por sus excesos ni por sus defectos. Con referente a ellas no hay manera de llevarse rectamente jamás, sino que siempre se vaga. No hay en estos argumentos un beneficiar o una negativa, sino que llanamente el hacer cualquiera de éstas, es errar.

Sería igualmente absurdo pretender que en la injusticia, la cobardía y el desenfreno pudiese haber un medio, un exceso y un defecto porque entonces habría un medio del exceso y del defecto, y un exceso del exceso y un defecto del defecto. Así como en la templanza y en la valentía no hay exceso ni defecto, por ser el término medio en cierto modo un extremo, tampoco en aquellas cosas hay medio ni exceso ni defecto, sino que como quiera que se obre, se yerra. En suma, no hay término medio del exceso ni del defecto, como tampoco exceso ni defecto del término medio (Robledo 1967).

Por consiguiente, hay exceso y defecto y término medio en las acciones como tal. La virtud por ende, tiene por elemento pasiones y acciones en las cuales se falta por abundancia y se incurre en censura por defecto, mientras que el término medio obtiene el éxito, doble efecto ajustado a la virtud. En efecto, la virtud es un estado intermedio, porque puntea al término medio.


BIBLIOGRAFÍA.

v José Ferrater Mora (2004). Diccionario de Filosofía, Edit. Ariel Filosofía Tomo II (E-J), Barfcelona – España.

v Frederick Copleston (2001). Historia de la Filosofía 1: Grecia y Roma. Edit. Ariel Filosofía. Barcelona – España.

v José M., Pabón S De Urbina (1995). Diccionario Manual Vox Griego – Español, XVII Edic. Barcelona – España.

v Julian Marías (1971). Historia de la Filosofía. 24ª Edic. Manuales de la Revista de Occidente. Madrid – España.

v Antonio Gómez Robledo, La Filosofía Edit. Porrúa, México, 1967.



[1] Cita de Aristóteles Etica a Nicómaco, 1094 a 1-3, citada por Frederick Copleston. Pag. 332.

Etica y Educación...

Autor: Junior J. Santiago G.

Cualquier persona erige cotidianamente su modo de ser ético entrando en relación con su igual natural, es una acción insistida, perenne, vital que otorga identidad. La actitud moral se funda en las zonas donde éste, hombre y/o mujer interactúan con dicho modo de ser, denominando así a éste como el carácter moral, el yo moral, en el que participa, es decir, la sociedad circundada día a día.

Hablar de ética resulta entonces tan ambiguo, puesto que torna a ser referida, asumida e interpretada análogamente con lo moral y/o lo axiológico. Es tan sencillo decir ética del ciudadano, como moral y/o valores del ciudadano, cuando en un cierto modo, cada una cumple una función especial y más allá, son poseedoras de un significado muy particular. Ahora, éstas son fundamentales; pero en este particular, hablemos de la ética.

Victoria Camps, a la hora de hablar de ética expone, más que una exhibición cercana a los cambios estructurales de las panorámicas existenciales de la sociedad, es decir, del sentido primo y último que dirigen los procesos mismos del sujeto, ser, hombre, ciudadano, como le queramos nominar, frente a las posturas individuales, éstas los intereses particulares u opuestos, manifiesta que la ética es: una herramienta indispensable para darle coherencia al cambio político y a la justicia social. Y si depositamos nuestra atención a la manifestación primera de la eticidad misma en el hombre, basta con citar a Grecia y aquel protagónico episodio polémico del siglo IV a.C. cuando el mismo individuo se movía bajo los preceptos de la leges naturalis y por otro lado, el opuesto y tajante modelo exhortativo de un Nosce Te Ipsum. Por consiguiente, demos un vistazo por la antigua Grecia y la moderna Alemania. Me refiero particularmente, a Aristóteles y Kant, cada uno uno, con una visión angular muy particular, ciertamente de acuerdo al tiempo, obvio y a los espacios en que estos habitaron. El hombre de Estagira y el apreciado de Konigsberg, el buscador del saber filosófico como ciencia. Aquí el pretendido no es con intensiones de plantear sinopsis entre éstos, sino la sapiencia filosófica con objeto en lo moral de estos grandes.

Aristóteles, trae consigo una principal intención. Con esto no quiero decir que la ética aristotélica es de intenciones, sino que trae una presentación formal de la razón de ser del Ser mismo traducida nominativamente, como virtud. Kant y su apogeo existencial en la esclerótica época de la modernidad, ciertamente en su decadencia, con su acuñado criticismo arma una tríada de postulados que desde luego, son fortificadores iniciales de lo que se pretende; tres preguntillas de relevante valor: ¿qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? y ¿qué puedo esperar? Fundamentales cuestiones que aterrizan en el horizonte problemático del hombre, una antropología en sentido hábil. Análogo a esto, Kant en 1798, publica en efecto, Antropología en sentido pragmático. Considero entonces, que ambas filosofías de la moral, aristotélica y kantiana, cumplen un papel fundamental en el orden educativo, sólo resta exegetizar tal pensamiento en torno al universo pedagógico.

En nuestra sociedad venezolana, la educación es un elemento esencial de la política en acto. De hecho es uno de los cinco motores ideados por el ciudadano Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, y para muchos en línea o en oposición a tal idea, también asume como preocupante, la educación en estos tiempos. La Filosofía, pues, juega un papel importantísimo en todo esto. Son muchas las aristas que se desprenden de este pretendido, pero es menester subrayar el manifiesto que en éste, tiene participación de uno u otro modo, el pensamiento ético del estagirita y la modelación Kantiana; es decir, que grado de bienestar trae para la educación el de motorizar de de tal modo la educación y que buena voluntad existe inhibida el quehacer político de nuestros tiempos. Sin duda el actuar moral es manifestado a través del desasosiego que manifestamos por los otros estableciendo un claro interés por lo que sucede y que nos obliga a establecer compromiso. Como hombre movido dentro del cosmos educativo, necesariamente establezco preocupación por dicho ambiente, y por ende discierno desde lo ético para establecer postura que pueden ir desde la indiferencia para unos, como a la par de lo pensado para otros. Es propio planearlo desde la visión ética de estos amplios sapienciales que han concretado filosóficamente, respondiendo a los problemas morales que ellos cuestionaron y que se hace hoy por hoy efectiva.

Para Aristóteles, como para Kant, la educación es tan importante. En el primero, basta con subrayar que además de ser una gran filósofo, fue de hecho, un gran educador, un maestro. De aquí el interés de sus ideas pedagógicas; sólo queda ensamblar con la realidad actual, su visión filosófica moral, con aquello que él denominó Ética a Nicomaco. Doy manifiesto de esto, puesto que la educación para el estagirita tiene una finalidad, como todo su pensamiento, él es el bien moral, consistente en la felicidad, que no hay que confundir con el placer, aunque éste sea una condición necesaria para aquella. Pero es de entender, desde luego, que el pensamiento ético de Aristóteles (Ética a Nicómaco. Libro II, VI) descansa en la predicación de la virtud, sobre todo la intelectual.

Hay que decir que toda virtud perfecciona la condición de aquello de lo cual es virtud y hace que ejecute bien su operación; por ejemplo la excelencia del ojo hace bueno al ojo y su función; asimismo la excelencia del caballo hace bueno al caballo y lo capacita para correr, para llevar al jinete y afrontar a los enemigos. Si esto es así, en todos los casos, la virtud del hombre será también el hábito por el cual el hombre se hace bueno y por lo cual ejecuta bien su función propia.

Esto desde luego ha de ser una competencia del arquitecto del espíritu, del conductor del hombre, del paidagogos del que habla Dilthey (1960), es decir, del maestro, el educador o en definitiva de la educación como tal. Es decir, perfeccionar la condición del hombre desde aquello que es mentado como dignidad concediendo nivel de perfección a su función como hombre. Es poner de manifiesto su actitud natural, su espíritu reflexivo y balancear sus decisiones entre el exceso y el defecto, es decir, la toma de decisión hasta llegar al punto medio de dicho. Aristóteles decía: En todo lo continuo y divisible es posible tomar más o menos o una cantidad igual y esto es desde el punto de vista de la cosa misma, y continúa en paralelamente ostentando: y lo igual es un término medio entre el exceso y el defecto (Op. Cit.). El estagirita llamó término medio a todo aquello que se diferencia de ambos extremos y que ocupa un espacio como tal, sin identidad alguna con lo manifestado en ambos. La educación desde luego ha de fortificar ello en los educandos, sobre todo en los momentos cruciales de su existir, precisamente cuando se trona disyuntiva su vida y ha de optar por calificar como tal su subsistencia en miras a una formación que va desde luego, en continuidad con lo aprehendido durante un cierto largo y significado trecho. El perfil de éste sujeto mediador entre el hombre mismo y la sapiencia, es decir, el carácter orientador merodea en otros escenarios menos en el suyo propio, puesto que no existe una formación como tal. Lastimoso decirlo, pero es así, no es poseedor de competencias a la par de lo que predica con su practicidad docente. Aquella virtud, que es considerada por el discípulo de Platón como la virtud por excelencia torna a no mostrarse en el plan de vida del sujeto de la educación. Ésta la virtud intelectual, la dianoética.

En otro orden de ideas, para Kant la educación es una estructura por el cual el hombre puede llegar a ser hombre, únicamente por medio de la educación, así lo reza L. Luzuriaga al hablar de La Pedagogía Idealista, referida a Kant (1967). El interés de este último, consiste en darle a la moral un fundamento autónomo, que la moralidad misma del hombre constituya el fundamento último y la fuente original de todas las normas morales, es decir, una concepción, una aplicación a la antropología o naturaleza humana, ello los imperativos categóricos; como también una filosofía práctica donde lo hipotético ocupa un vital status. Las facultades inferiores no pueden ser destruidas porque son ciegas (…) un ser que tiene libre albedrío no puede ser exclusivamente el hombre, sino también cualquier ser racional (…) la regla del uso de la libertad configura la filosofía práctica en general. Es decir, esta filosofía repleta de hipótesis sujeta, consecuentemente, reglas objetivas de la conducta autónoma. La filosofía práctica trata del uso del libre albedrío (…) con independencia de cualquier objeto.

Nuestra educación venezolana está en estos momentos, atravesando por un elemento conductor, trasformador; amén por el deseo último de patentizar esquemas propios para dicho sistema. Digo esquemas propios, por exponer la idea de la estructuración de un modelo ajustado a los paradigmas de la sociedad, la idiosincrasia, la religiosidad, la familia, entre otros. También vale subrayar, la perspectiva política, cuestión ésta inhibida dentro del cosmos educativo como elemento serio, dentro de lo que cabe señalar para unos, pedagógico en fin de formar conforme a una Idea paralela a los espíritus de tales visionarios y gestores sociales, que desde luego se mueven por las finalidades o la voluntad dictada desde la visceralidad y no la puesta en ejecución de la razón frente a los distintos imperativos, que categóricamente tienen pretendido, armonizar el aparato educativo de nuestra societas venezolana. Por citar ejemplos, tenemos la inclusión al sistema educativo, digo inclusión, como modo de incorporación de aquellos hombres y mujeres nada apegado a lo que se corresponde para aquellos que deben ejercer la docencia como profesión asistencial del estado, sino simplemente como finalidad absoluta de saciar la carencia de personal docente, cuando de cierto no lo es, en suma han de velar, si es por el fin, de academia (Cfr. Art. 104 C.N.) una actitud netamente práctica, es decir de voluntad en minúscula y nada pura, es decir, bajo las restricciones de la razón, propio a conseguir los anhelos, traducidos éstos como fines propios en sí mismo, sin importar los όδος a utilizar para alcanzar lo deseado. La sagacidad es la destreza en el uso de los medios respecto al fin universal de los hombres (2001), es decir, lo que me conduce a ser feliz, es aquello por lo que está establecido; esto acontecerá en el recto proceder de la sagacidad. La regla de la sagacidad se le exigirán dos cosas: determinar el fin mismo y, luego, el uso de los medios apropiados para conseguir ese fin. Aquí trata de mostrarse un Maquiavelo justificador de los medios conducente a los fines o al fin; la sagacidad es por lo tanto, una destreza para determinar tanto fin como el medio de alcanzarlo. Eso es pan diario de nuestro sistema educativo, más aún en la obtención de cargos, sean éstos administrativos, bien como gerentes institucionales como de aula, más aún éste segundo, no poseedor de una formación académica para moverse con competencias en el ejercicio de la docencia. Sin duda, el maestro, profesor, como se quiera aludir, ha de tener mérito para desde su espacio instruccional, exponer su ser moral; su interioridad queda descubierta en cada acción reiterada, su identidad y su consistencia profesional.

En tal sentido, la ética es un saber que propone reflexión, una deliberación de forma rigurosa, crítica y sistemática. Kant exterioriza su aliento, y ello lo vemos en sus obras, una de éstas apegada ciertamente, a la ética en cuanto tal, una extraordinaria realización no sólo filosófica, sino cumbre en la humanidad misma, es uno de los instantes en que el ser del hombre se ha elevado a su mayor altura; ésta la crítica de la razón práctica. Y desde luego un precedido histórico, las dos grandes éticas, la de Aristóteles y la de los Estóicos, aunque Kant, rigurosamente teoriza con profundidad. La ética kantiana saca a la luz la dimensión de los que muchos denominan Valores y finalidades subyacentes en las conductas, actitudes y opiniones; las analiza, sistematiza y orienta la acción desde el horizonte del deber ser. Ahora, como se analizaría, y por ende sistematizar u orientar los paradigmas humanos frente a las institucionalidades del estado venezolano, entre los más relevantes, la educación. ¿Por qué? Kant es un expositor constante de los imperativos en cuanto a categóricos sean o son, o deben ser y de hecho como figura a establecer el deber ser en el sujeto de manera tal que no distorsione el sentido antropológico. Kant no arranca desde el hombre, se interpela en función de postulados importantes para sí, la psicología, la metafísica y una teología para llegar a exponer al hombre como tal, su razón de ser desde lo moral. Imperativo es imperativo, pero subraya la competencia o el carácter que de estas se han de desprender. Hablamos de libertad y una libertad como derecho y fundamental. Pero podemos considerar que en el espíritu de la norma, exista no una categorismo sino por el contrario una cuestión hipotética, de allí lo que denomino interpretación, libertad desordenada para la praxis de la justicia, aplicabilidad del derecho, por decirlo de tal modo.

En la Crítica de la Razón Práctica (1977), Kant manifiesta que: el concepto de libertad es la piedra angular de escándalo de todos los empiristas, pero también la clave para los principios prácticos más sublimes de los moralistas críticos. La libertad en el hombre es ley natural, como fenómeno es consecuencia empírica, la unión de la causalidad como libertad es en la primera una mediación de la ley moral, y en segunda, la ley natural como tal. Ahora ¿qué papel juega en todo esto la razón? La ética, así vista en las orientaciones de la cátedra, es racional, porque presenta patrones por la cual guía una conducta. Hasta ahí, el imperativo categórico. El campo de la razón es el campo de la autonomía. Veamos:

Autonomía Voluntad (libertad)

Razón conducta.

Cuando la autonomía de la razón encuentra su límite postula lo ilimitado; se necesita lo ilimitado para que nuestra vida se pueda orientar. El uso teórico de la razón se ocupaba de objetos de la mera facultad del conocimiento (…) con el uso práctico de la razón (…) se ocupa de los motivos -en el sentido de fundamento objetivo- determinantes de la voluntad (Op. Cit. 1977) y continúa Kant en de los principios de la razón práctica pura: los principios prácticos son proposiciones que contienen una determinación universal de la voluntad que tiene bajo sí varias reglas prácticas. He aquí donde se coloca en juego la actitud del hombre frente a la moral, es decir, el evidente ejercicio de su capacidad deliberadora, donde por cierto, la conducta del sujeto toma la rienda en dicha, y donde la razón simplemente asume de la máxima lo que según su condición, sea válida o no solamente, para su voluntad.

En Aristóteles es el fin, pues todos hacen las demás cosas en vista de él. De modo que hay algún fin de todos los actos, éste será el bien realizable, y éstos si hay varios; puesto que parece que los fines son varios, algunos de éstos los elegimos por otros, como la riqueza, los instrumentos; que no son del todo perfectos, pero por lo mejor, parece encontrarse de entre esos alguno perfecto. Dentro de los curriculas de la educación superior venezolana, en las escuelas de formación de docentes, existe un área denominada Desarrollo Personal, ésta en miras a patentizar la razón absoluta del ser mismo, cuestión que se muestra desde luego con un perfil bastante antagónico en los escenarios en que el hombre es protagonista esencial y principal. Altarejos y otros (2004) a la hora de hablar de la dimensión fundamental de los códigos deontológicos y muestra la base fundamental del efecto pedagógico en éstos, manifiesta que el docente ha de velar por educar correctamente la personalidad de sus estudiantes. Decía que se mostraba antagónico, puesto qué garantía existe fehacientemente en un docens en relación a su personalidad y la formación de ésta en sus discípulos. Por ejemplo la libertad, la felicidad, la amistad, entre otros. Esto desde luego, es lo que denomina Kant, como ley apodíctica de la razón práctica, es decir, un imperativo convincente, decisivo, concluyente que determine en últimas la constitución del edificio sistemático del ser. Nuestro medio educativo ha inutilizado, debilitado el carácter con que está revestido el docente. Hoy se mueve más, no por el soplo divino, a esto llamo espíritu, sino por hálitos ajenos a su constitución formal, éstos la política y la misma religión. Kant pues, busca constituir la coronación de la razón pura y no pretender dejar en el abandono a lo que muchos denominan como conceptos, otros elementos verbales meros que debilitan por ende, proyectan la carencia del valor absoluto de éstos en función del ser mismo. Ya lo decían los antiguos, es necesario establecer y/o crear leyes políticas. No para mutilar el aliento de los hombres y mujeres, sino para configurarles con sus iguales. Ciertamente éstas han de regular el entorno social. Es un pretendido en armonizar, de configurar al hombre con el hombre desde el hombre. A estos Kant le llama imperativos, que han de ser considerados en este particular como categóricos.

Aquí es donde se explica el gran enigma que merodea sin cesar llegando a la invasión (aunque de moda) de los templos que desde antiguo el hombre ha erigido para cultivar el espíritu de las sociedades, para asentar la razón del ser desde el deber. Un pretendido ya patente de la desvirtuación del ser, y de la conformación absoluta del vivir a meras del vivir, errantes, sin sentido alguno. En este orden de ideas, Kant consideró oportuno hablarnos de ideas de la razón especulativa, entre ellas la libertad como idea brinca y es asumida como una ley moral, puesto que es la única que sabemos a priori la posibilidad, que sin inteligirla, porque es condición de la misma ley moral. No es pretender ver irreflexiones por lo que se considera por ahora como libertad en condición de la ley moral y que luego se soporte como la que adquirimos por vez primera conciencia de la libertad.

En el orden educativo hay que hacer valer, que la ética, como idea dominante dentro de los debates intelectuales, no es constitutiva de la condición humana; que la ética se deduce de la ontología o del ejercicio célebre de una epistemología. ¿El hombre consigue la circunstancia humana antes de ocupar el encargo por el otro hombre? La ética es una filosofía primera, que no tiene su fundación en la razón, sino en el encuentro cara a cara con el otro, esto implica responsabilidad infinita hacia el otro. Ya lo manifiesta Kant (1961) en su Crítica de la Razón Práctica Obra de tal suerte que la máxima de tu voluntad bien pueda servir al mismo tiempo como principio de legislación universal. La representación de un principio objetivo en cuanto que es constrictivo para una voluntad, denominada mandato de la razón y ésta; forma y mandato, llamada imperativo, es decir, fórmula que expresa la noción del deber ser. Visto desde el discípulo de Platón, dicha noción fundamental del ser en cuanto que Es, es la de ser feliz, y una felicidad estructurada desde el sólido terreno del bien. La vida Eudemónica para el estagirita, tendrá que ser un tipo de bien perfecto, cuestión teleológica, esto es un bien que persigamos por sí mismo, éste el bien supremo, entendido como aquello que se deberá asentar en algún tipo de actividad que le sea peculiar a su constitución, ésta la de conocer.

En tal sentido, el hombre zarandea su existencia, fuera de los patrones constitutivos de sí. Propio de él es el estructurar modelos de imperativos que se establecen como máximas en función de los otros y no en mi practicidad, es decir, no Obro de tal modo, sino, que expongo de tal modo, las máximas sólo ocupando una posición a priorística, justiciera, irresponsable propio del que pretende desvirtuar la conciencia de sus otros. No existe mandato alguno desde la razón, sino la obediencia a las ordenanzas provenientes de las vísceras, sin representación objetiva de sus principios. La felicidad, se logra y estabiliza como emoción mera, en éstos; terrenos inútiles, terraplenes débiles considerando por consiguiente, la infelicidad en la misma humanidad, y el despego de la razón, pretendiendo así estructurarla con posturas bastante visibles en la polis que no conllevan a ningún bien perfecto, por el contrario, a la desarmonía de entre los iguales. Claro, causa, causa elementos análogos a las primeras. Si lo que se ha exhortado, es vacío; lo propio a percibir, es vacío absoluto, nada en suma a los estatutos con figurativos del ser.

El libre albedrío, por tanto, debe estar fundado en una ley sobre mi actuación. Pero una máxima de garantía. Todos tenemos una misión que cumplir, ahora ante ésta, en mí como ser, ¿qué imperativo sólido existe en razón tal, paralela con lo que inhibido en mi juicio esencial, justifica y armoniza mi existir? Si en últimas no se mueve el hombre por su carácter deliberador, sino por lo que los supuestos imperativos ornamentados de categóricos, mutan al ser dentro del entorno, permitiendo a éste ser, en un no ser absoluto, ojo y con la existencia de la bendita Hermenéutica de la ley, cierto que adultera el espíritu de dicho imperativo. Conducción de un supuesto inteligir, donde todo conocimiento y toda elección tienden a algún bien.

En conclusión, la escuela ha de ser un sitio de aportación para sí en el sistema que definimos como democrático, sensible a lo que pasa en el orbe, donde se desafían los trances de dichas políticas, examinándolos críticamente (Kant) tratando de percibir sus causas reales desde un matiz integral e intercultural donde el intelecto (Aristóteles) conceda pleno bienestar por el conveniente saldo para actuar en su valor.


BIBLIOGRAFÍA.

  • Lorenzo Luzuriaga, (1967) Historia de la Educación y de la Pedagogía. Biblioteca Pedagógica. Edit.Losada, S.A. 7ª Edición, Buenos Aires.
  • Wilhelm Dilthey, (1960) Historia de la Pedagogía. Edit. Losada, 6ª Edición Buenos Aires.
  • J. Ferrater Mora, (2004) Diccionario de Filosofía. Editorial Ariel Filosofía. Barcelona – España.
  • Inmanuelle Kant. Crítica de la Razón Práctica.Traducción de J. Rovira Armengol. IV Edic. Edit. LOSADA S.A. Buenos Aires.
  • -------- Lecciones Éticas. Editorial Crítica 2001, Barcelona.
  • Francisco Altarejos y Otros. Ética Docente. Editorial Ariel Educación, Argentina, 2004.

PONENCIA SOBRE LA FILOSOFÍA Y LAS CIENCIAS

Hablar de filosofía es tan exquisitamente contradictorio en la forma de cómo hoy es pretendidamente concebida por el hombre de summa o de escasa cultura; lo que sí es valedero exponer y de forma tajante, es que la usan literal u ornamentalmente a la hora de disertar y por ende otorgarle seriedad al discurso emitido, cuando en sí desconocen su αρχή. En otro orden, cabe desconocer el carácter que signa a la filosofía misma como tal; ello que la filosofía es una Ciencia, magna scientia, ancilla –no como fue vista en un tiempo especial de la historia- siendo que ésta es verdadera sierva. En tal sentido, tenemos aquí a primeras una filosofía en apogeo absoluto con las ciencias. Pero es necesario descifrar aquí: ¿Qué es filosofía? ¿Qué es Ciencia? Y qué implicación tiene la filosofía con las ciencias.

Raemaeyker en Fundamentos de la Filosofía (1969) preliminarmente expone: Se dice que toda filosofía es un saber, pero no todo saber es filosófico, un punto favorable para dar inicio al discernimiento filosófico en razón a las ciencias. Aunque es una cuestión bastante extensa, puesto que la historia y el repensar en materia, amerita ingresarnos al gimnasium sapienti.

La filosofía es considera en definición, como una cosa (res) con variedad de apreciación, de allí que es aceptable la premisa atribuida por el acuñado historicista Wilhelm Dilthey (1833 – 1911) quien asume radicalmente en investigar sobre la gnoseología de las ciencias del espíritu y sobre la psicología, entre otras; asumiendo que la Filosofía es Geist der Zeit, así es citado por Valenzuela (2004) al describir que la Filosofía es movida y definida de acuerdo al Espíritu de los Tiempos. Desde allí que sea poseedora de una gama de apreciaciones en cuestión referida al tiempo y al pneuma que le motoriza. Por otro lado Josef Pieper (1904) conocido por sus obras de interpretación y revalorización del pensamiento medieval en relación con el pensamiento moderno, declara que mientras preguntar “¿Qué es la física?” no es formular una pregunta perteneciente a la Ciencia física o a la ciencia como tal sin una pregunta previa. Preguntar “¿Qué es la Filosofía?” es formular una pregunta filosófica, una pregunta eminentemente filosófica. Así cada sistema filosófico puede valer como una respuesta a la pregunta acerca de lo que se es la filosofía y también acerca de lo que es la actividad filosófica misma representada para la vida humana.

Es propio decir que hablar de filosofía complica las cosas, puesto que aún desconociendo, no sabemos decir nada de ella, y sabiendo sólo podemos decir que es un problema; de allí que la filosofía torna a ser difícil de definir. No es llevarla de la mano a un puro y absoluto relativismo; hay que decir que ella Es, pero el cuento es largo. Lo más cierto es que ésta, ha movido a máquina y aún sigue otorgando movimiento, a los sentidos de la sociedad. Para muestra lo que está sucediendo aquí, y el deseo de que minúsculamente se exhorte sobre lo que significa para la filosofía la ciencia. Pero podemos referirnos a lo etimológico. Sólo decir amigo de la sabiduría, creo que no sería suficiente, pero algunos se conforman con ello. Esto, el conformarse, para la ciencia y mayormente para la filosofía, es vago; es desdibujar el perfil natural del ser pensante que por natura filosofa, aunque Platón exponga, que ello no es así puesto que el vulgo no tiene la capacidad de filosofar y si llega a ella, es por pura ayuda divina, así lo encontramos en La República libro VII, sección VI – VII. Por consiguiente, amigo de la sabiduría, como lo propio al saber. ¿Qué es saber? El saber diríamos, es la totalidad que posee el filósofo, en la medida de lo posible sin tener la conciencia de cada objeto en particular.

Para nosotros el Saber, es un verbo a primeras, referido a la sapiencia y que incide directamente, en señalar una facultad; atributo, virtud para unos, diferencia específica para otros de los demás naturales, es decir, sabio. Para los griegos, sabiduría es vista en una voz particular, ella σοφία,

sabiduría y quien la ejercía o poseía era el σοφος, también considerado por el mismo Aristóteles como τό φιλοσοφος, hombre hábil, diestro, experto, prudente, cuerdo, sabio; cuidado con la denominación del sofista. Es decir un hombre con un carácter particular. Por otro lado tenemos, desde los griegos aquello que Platón utilizó muchísimo para designar lo que estamos tratando de discernir, el επιστήμη, entendida según la traducción como inteligencia, conocimiento, noción, Saber, Ciencia; desde luego el επίσταμαι refiere al saber, haber aprendido, conocedor. Por lo tanto, el hombre que hace filosofía es porque es un filósofo, es decir, un amigo profundo de la sabiduría que se ejercita en el magno de los ejercicios haciendo eco de aquello que es considerado elemento fundamental del alma, es decir, subrayando la inteligencia, además de la memoria como de la voluntad; sin ánimos de entrar a los asuntos éticos. Necesario es detener nuestra atención en la inteligencia. Cosa ésta construida por la acción sapiencial, ella conocer, otorgadora de felicidad de todo racional.

Al hombre hacer filosofía, se desboca en un maravilloso camino, incierto desde luego, pero con la esperanza de conocer cara a cara a aquello que han pretendido relativizar, ésta la verdad. Igual sucedió al hombrecillo que presenta Parménides (540/39) en su περί φυσεως, tratado sobre la naturaleza, quien según Diógenes Laercio fue discípulo de Jenófanes de Colofón y según Teofrasto discípulo de Anaximandro, pero éste no es el caso; la cuestión es que al igual que ese hombre figurado por el hombrecillo de Elea en su poema hesiódico, representa el punto de partida para una nueva manera de filosofar, un modo ejemplar para la filosofía occidental, vasta echar un vistazo al proemio, y aprehender ese viaje del filósofo hasta llegar a la presencia de la Diosa Verdad y aquella exhortación tajante Voy a decírtelo ahora mismo, pero presta atención a mis palabras, las únicas que se ofrecen al pensamiento de entre los caminos que reviste la búsqueda. Aquella que afirma que el Ser es y el No-Ser no es, (…) Frag. II 1-3, éste segundo la llamada opinión.

Desde antiguo la filosofía ha perseguido hacer ciencia, así lo vemos en Platón, cuando es el episteme la otorgante de felicidad, el encuentro con lo bello, aquello denominado como lo bello en sí, lo bueno, lo grato. En el estagirita, lo apreciamos en las primeras líneas de aquella obra que algunos cuestionan, ella la Metafísica en su Libro A., el hombre por naturaleza desea saber, es decir, por hacer exégesis, busca hacer ciencia. Diríamos entonces que ya los hombres de la filosofía en el siglo IV a.C. aludían a ésta desde su griego, con sentido griego, para los griegos. Decayendo esta época pasando por el panorama histórico criticado por muchos como oscurantismo, criticado por dogmático, criticado por la inquisición, entre otros, y llegar al siglo XVI y siguientes, es cuando ya propiamente se nos habla de la apertura por parte de la filosofía del hacer ciencia, eludiendo por entero todo dogma. Vemos desde luego a un Kant y su afán por hacer desde lo trascendente una filosofía de las ciencias, desde el conocimiento mismo. Heidegger y su preocupación por la verdad, y las consideraciones exigentes de la ciencia histórico – filológica, diciendo: quedamos expuestos al reproche de falta de cientificidad; pues la “ciencia” reclama su proceder que inmediatamente se contrapone al aquí seguido y que es caracterizado de la mejor manera posible (conceptos fundamentales).

Los del entendimiento garantizarían la certidumbre y la verdad del conocimiento ordinario, científico y filosófico. De hecho, fue a fin de superar la incertidumbre introducida por empiristas críticos como Hume y de demostrar las condiciones de posibilidad de la experiencia, de los objetos, de la verdad y de la ciencia, que Kant (1724 ‘ 1804) postuló juicios sintéticos a priori, cuyo carácter a priori supuestamente garantizaría su verdad y permitiría que ellos garantizaran a su vez la verdad de los juicios que el sentido común considera "verdaderos", en los dos sentidos kantianos de "verdad": el que respecta a la verdad lógica del juicio y el que respecta a la verdad de la cosa (como contrario a su ser mera apariencia). Dichos conceptos garantizarían la existencia de leyes predecibles de la experiencia y, al ser confrontados con nuestras experiencias y con los conceptos empíricos originados de estas confrontaciones, nos permitirían obtener nuevos conocimientos que no tendrían su origen en la inducción —y que, en consecuencia, no serían por naturaleza dudosos—. Así, pues, para Kant afirmar la existencia de los conceptos a priori significaba afirmar la posibilidad de la ciencia.

Vale subrayar, que el idealista del siglo XVIII, conocido por su criticismo, se interesó suficientemente por cuestiones científicas. Por ejemplo la mecánica de Newton era para Kant, lo mismo que para muchos de sus coetáneos, el modelo de una teoría científica, no sólo por el contenido, sino por el método, cuestión sobre la cual dedicaba exhaustiva atención y estudios. De hecho, trató de buscar el fundamento del conocimiento científico de tipo newtoniano; “la explicación de los primeros principios del conocimiento metafísico”. Ya Xavier Zubiri en su obra Cinco Lecciones de la Filosofía lo presenta a modo de estudio, figurando subrayadamente el carácter metafísico en cuestión donde expone “la filosofía como ciencia del saber de lo trascendente”.

Las ciencias además participan dentro de tales, como de la filosofía misma a ser clasificadas. Ya no es cuestión de lo clásico o medio; es un tema propio de la modernidad, pues solamente apareció al reconocerse lo que se ha llamado “la independencia de las ciencias particulares”, así lo manifiesta F. Mora (2004) a la hora de hablar de las ciencias y sus clasificaciones. Hablar de ciencia, es más que volcarnos a lo griego, es también irnos a lo latino. Entendemos desde allí a la ciencia bajo la denominación scientia, como sustantivo equivalente al saber, aunque Ferrater manifiesta que no es propio asumir tal equivalente puesto que, saberes hay muchos y no todos los saberes están implícitos en el campo de las ciencias; como se saben muchas cosas que nadie osaría presentar como si fuesen enunciados científicos; como exponíamos al inicio Se dice que toda filosofía es un saber, pero no todo saber es filosófico y por consiguiente no todo saber es necesariamente científico. Platón en la República distingue rigurosamente lo que hemos dicho como επιστήμη, entre el saber y la ignorancia donde el punto medio de éstas es el No – Ser de Parménides, es decir la δόξα, puesto que lo que existe es la verdad, razón fundamental del ser filósofo, conciencia de ser del filosofar, por ende del campo científico, otorgar desde su estudio la proximidad a la verdad eludiendo toda opinión.

La clasificación de las ciencias es análoga a la clasificación de saberes y a las subdivisiones de la filosofía frecuentemente discutido por filósofos de todas las eras, específicamente por antiguos y medioevos. En la Modernidad F. Bacon (1561 – 1626) quien propone un nuevo Organon que sustituyera el clásico estudio lógico erigido por el estagirita; es quien propone una clasificación de las ciencias.

1. La establecida por Platón cuando distinguió entre la opinión y el saber propiamente dicho.

2. Aristóteles, Eudemo y otros posteriores al estagirita, dividieron la filosofía en teoría y prácticas y consideraron con frecuencia la lógica como un simple instrumento.

3. En la edad media, fue común la articulación del saber en Teología, filosofía y ciencia, así como la clasificación de los saberes según los diversos tipos de luces. Luces externas e interna; como luz superior e inferior, tal es el caso de San Buenaventura.

4. La más conocida es la establecida por Bacon, clasificándolas según sus facultades: memoria, razón y fantasía. La memoria, quien da origen a la historia la cual se subdivide en Sagrada, Civil y Natural. La Razón, da origen a la ciencia, la cual se subdivide en Teología natural, Ciencias de la naturaleza, y en ciencias del hombre. La ciencias de la Naturaleza se subdividen en Metafísica o estudio de las causas formales y finales; y físicas o estudio de las causas materiales y eficientes. La Ciencias del Hombre se subdividen en Lógica o Ciencias de la Razón, ética o Ciencias de la Voluntad y Ciencias de la Sociedad. La fantasía da origen a la poesía, subdividida según las normas de la poética clásica.

Hobbes (1588 – 1679) empírico inglés, subdivide las ciencias en ciencia de hechos o ciencia histórica y empírica; y ciencia de la razón o científico filosóficas que tienen por objeto la deducción de lo que el entendimiento sienta como verdadero.

En Zubiri filosofía y metafísica coinciden en ese anclaje en la realidad. En este apartado intentaremos una justificación de la propia metafísica, por cuanto en el caso zubiriano se refiere a una disciplina que se separa tajantemente de la metafísica tradicional y hunde sus raíces en otra importante actividad de la razón: la ciencia.

El dualismo platónico que dividía lo real en cosmos noetós (νοητός = Comprensible) y cosmos aisthetós (αἰσθητός = Perceptible u observable por los sentidos) dejaba fuera del ámbito del estudio metafísico a este último, concentrándose exclusivamente en el estudio de las formas puras, en lo noético. La metafísica (ERRONEAMENTE) se entendió como "ultrafísica" en términos zubirianos: se ocupaba únicamente de lo transcendente, de lo que está más allá de lo físico, esto es, de lo inteligible (IRE, 127-128). Es la filosofía como contemplación. La metafísica como ultrafísica se queda en lo formal, en lo eidético, en lo racional. Presupone una falsa teoría de la inteligencia en la que ésta se traduce unilateralmente en logos. Ontológicamente esto tiene su consecuencia más importante en la prioridad otorgada a lo formal-eidético en detrimento de lo sensible-material. Con los medievales la metafísica se entendió como "transfísica", como algo allende lo físico (IRE, 128-129). La metafísica como transfísica separa tajantemente lo transcendental de lo físico y hay que dar un gran salto para acceder de un ámbito a otro. Frente a estas concepciones tan parciales (Y ERRONEAS) de la metafísica debidas a una incorrecta conceptualización de la inteligencia (E INCOMPRESION DE LA FISICA MODERNA), Zubiri afirma que tanto lo real como lo transcendental son formalmente físicos. Es más, no son dos cosas diferentes, sino dos momentos de la misma realidad física. La metafísica como estudio de la dimensión transcendental de las cosas es "lo físico mismo como trans" (IRE, 129), es decir, lo físico en su momento transcendental, pero sin salirnos de lo físico mismo. Es la metafísica como física transcendental que supone una concepción nueva de la inteligencia: la inteligencia que no se sale ni va más allá de lo sensible ("inteligencia sentiente"). Queda claro que para Zubiri, en contra de cualquier tipo de idealismo, "la transcendentalidad es siempre de carácter físico" (RR, 39). La metafísica zubiriana es una metafísica a posteriori, dependiente de la dinamicidad de la marcha científica, y no una metafísica apriorística que pretende medir este mundo físico y dinámico con el canon paradigmático de un ultramundo o transmundo. En este sentido puede decir J. L. Aranguren que "la filosofía primera de Zubiri, a cuya exposición dedicó el curso 1952-53, es, según creo, la más 'sobria' y estructural y la menos 'metafísica' de todas las metafísicas conocidas". La categoría clave de la que parte su filosofía es la realidad, pero entendiendo ésta como forma, como lo real de suyo, no allende la percepción sino en la percepción. Y toda la obra zubiriana no hace sino manifestar la posibilidad de una filosofía acorde con la ciencia contemporánea, esto es, de una metafísica científica por muy contradictorios que al principio puedan parecer esos términos.
No es por tanto, que se pueda religar ciencia y Dios, espiritualidad y religiosidad, sino que se debe depurar y religar. Y es la única solución a una epistemología de la ciencia, de la ética.

Shopenhauer (1788 – 1860) resonante ético y estético; divide las ciencias en puras (comprenden la teoría del principio del Ser y la teoría del principio del conocer) y empíricas (comprenden las teorías de las causas, la teoría de las excitaciones y la teoría de los motivos). Augusto Comté (1798 – 1853), aunque su propósito no fue el de exigir una nueva filosofía o establecer las ciencias sobre nuevas bases, es proceder a una reforma de la Sociedad. Éste erigió una jerarquía de las ciencias de acuerdo con el grado de su positividad, ordenándolas en una serie que comienza con la matemática y sigue con la astronomía, la física, la química, la biología y la sociología, con la filosofía como la ciencia más comprensiva en virtud de la concepción comtiana del filósofo como “el especialista en generalidades”.

Hasta ahora hemos hablado únicamente de la filosofía, la ciencia y su división o concepción a lo largo de la historia y no de las ciencias. Vale decir que, éstas son diversas, digo diversas por manifestar una pluralidad, es decir, sólo dos: Las ciencias de la Naturaleza y las Ciencias del Espíritu o de la cultura. Esto debe, según Ferrater, ser considerado como suficiente para nuestro propósito. Ahora bien, tres respuestas en relación a la Filosofía y las Ciencias, son posibles:

· La ciencia y la filosofía carecen de toda relación.

1. La ciencia progresa y nos informa detalladamente sobre la realidad.

2. La ciencia es un modo de conocer, mientras que la Filosofía es un modo de vivir.

3. La ciencia se refiere al Ser; la Filosofía al Deber Ser o en general, al valor.

4. La ciencia es conocimiento riguroso; la filosofía concepción del mundo expresable mediante la religión y el arte.

5. La ciencia es conocimiento limitado; la filosofía es conocimiento ilimitado.

6. La ciencia opera mediante observación; la filosofía mediante intuición.

· Las ciencias y la filosofía están tan íntimamente relacionadas entre sí que, de hecho, son la misma cosa.

1. La filosofía no difiere de las ciencias más que por construir un estado primitivo de la actividad científica, la filosofía es una base de la Ciencia.

2. La filosofía es una ciencia igual a las otras ciencias en conocimiento a las estructuras de sus teorías, métodos.

3. Hay una filosofía que no puede llamarse ciencia puesto que, es no más que expresión poética o concepción del mundo.

· Las ciencias y la filosofía mantienen entre sí relaciones muy complejas.

1. La relación entre la filosofía y la ciencia es de índole histórica. La filosofía ha sido y seguirá siendo la madre de las ciencias, puesto que es aquella que se ocupa del problema que luego asume la ciencia.

2. La filosofía no sólo es madre de las ciencias, es la reina en todo instante ya sea por conocer mediante el mayor grado de abstracción, ya sea por ocuparse del Ser en general, ya sea por tratar los supuestos de las ciencias.

3. La filosofía examina ciertos enunciados que la ciencia presupone, pero que no pertenecen al lenguaje de las ciencias.

Esto es propio de un vistazo y análisis de la Historia tanto de la filosofía como de las ciencias en tales, del propio grado y modo de entender la filosofía y las ciencias. En últimas, un círculo de grato vicio. Ahora en las últimas décadas se ha llegado a considerar en materia, que en Filosofía como en las ciencias, se habla de Filosofía analítica de las ciencias o Filosofía hermenéutica de las ciencias. Yo sólo sé que es menester mantenernos en que Las Ciencias son particulares en sí puesto que ambas tienen inhibidas un objetivo propio de estudio, contrario la filosofía es universalis scientiorum, puestos que es el todo, su objeto como estudio. De ahí que definamos que: philosophia est scientia omnium rerum per ultimas causas luminae ratio non comparata, vale decir, que la filosofía estudia todas las cosas desde sus causas últimas dirigida por la sola luz de la razón sin necesidad de compararse con ninguna otra ciencia existente En últimas, Mater scientiae, Regina scientiae.

Lic. Junior J. Santiago G.

Profesor de Filosofía UPEL – IPRGR.

LA FILOSOFÍA EN NUESTROS TIEMPOS…

En estadios, independientemente los unos de los otros, es notable la invasión –aunque está de moda-; pero en el cosmos sapiencial de la vulgar utilización de la filosofía como tal, en bruto; o de la voz filosofía. Pretendo asumir que la utilización de ésta es a modo de justificar en algunos casos sus erradas posturas frente a numerosos escenarios, mientras más carentes de espíritu mejor, para manipular y revestir los discursos de un “verdadero” sentido, imprimiendo un carácter irresponsable a lo que se emite. Ojo y que se pretende educar. Dice la escritura “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces[1]. La oveja es una animal suave y cariñoso, símbolo de los modales suaves y maneras cautivadoras. En tal sentido, este es el perfil primero de un filósofo, aquel quien con sus modales de manera sutil es capaz de cautivar, puesto que es su modus essendi quien expresa en forma y en materia la seriedad de lo que se emite. El astuto es capaz de imitar y/o revestirse de tal perfil, para como lobo visto como oveja, atrapar desde lo más bajo del espíritu a quienes y cuantos deseen. En consecuencia, observo una necesidad urgente de formación filosófica, y es por ello el titular, la filosofía en nuestros tiempos.

En otros escenarios retóricos, escuchamos hablar de la educación como una entidad formadora desde el humanismo. Visto el humanismo no como concepción de filosófica, sino como modelo político. Dispensa, pero es el olor que percibo de tales posiciones; no pretendo herir susceptibilidades. Pero considero que es propio aclarar o pretender de algún modo exponer el sentido que tiene desde la filosofía misma lo humano, o lo que conocemos, manejamos y exponemos a viva voz como humanismo. No es sólo exponer videos de realidades netamente ajenas a la realidad social de nuestro espacio, digo espacio, por citar nuestro metro cuadrado. La filosofía ha considerado siempre que la realidad puede representarse correctamente mediante conceptos, que éstos reflejan la realidad, y que las relaciones entre los conceptos son capaces de representar las relaciones entre las cosas. No es, desde luego, presentar imágenes de realidades humanas en situaciones de exagerada situación de vida o precaria existencia; cosa utilizada para inhibir en las células quidditarias de los que aprecian tales imágenes, una lástima por aquellos seres, por aquellos coetáneos nuestros in materia, por el atravesar


[1] Evangelio de Mateo 7,15. Tomado de la Biblia de Jerusalén Edit. Desclee de Brouwer Bilbao. 1985.

tales situaciones lamentables. No es de extrañar que el pensamiento conceptual no sea un buen recurso para expresar la realidad, de tal manera sucedió en Nietzsche. Pero no todo es lamentar, es derramar una lágrima, es hacer estupidos a los seres frente a panoramas, que son ciertamente una realidad, pero que no todo debe quedar allí en una contemplación y en supuesto desarrollo de la humanidad por la humanidad desde lo sentimental. El humanismo o lo humano va más allá y la concepción filosófica expone no sólo definición de lo humano o del humanismo, sino que presenta referencias de la historia, cuestión ésta, que patentiza el verdadero sentido.

Ontologizar la educación y fundar planteamientos epistemológicos, resultan éstos en suma con el humanismo, bases filosóficas de la educación. Esto entonces, no es escribir, pensar, hablar flatus vocis, como dirían en el siglo XII; son sentidos cada uno de éstos momentos filosóficos que en pretensión arman, corporeizan a un sistema llamado educación.

lunes, 25 de junio de 2007

BIENVENIDOS...

Un cordial saludo a todo el personal docente y administrativo, obrero y estudiantes del instituto pedagógico rural gervasio rubio.